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viernes, 5 de abril de 2019

Sketch de Las Tripas del Héroe, por David Rubín


















El día de la presentación en Bilbao del segundo volumen de Ether, yo también llevé, para que David Rubín me lo dedicara, un ejemplar del primer tomo de Las Tripas del Héroe. No soy partidario de ir a las sesiones de firmas con más de un cómic; pero es evidente que a este autor no le importa. De hecho, él mismo pide a través de las redes sociales que le lleven todos los cómics que uno quiera. En ese sentido, fui testigo de una reveladora escena. Un chico que traía los dos números de Ether, por timidez, solo le entregó uno y, cuando se marchaba, David le pidió que le diera el otro. No podía salir de allí sin llevárselo con su correspondiente dedicatoria. Un Diez para él. Es cierto que, aunque tiene largas colas, las dedicatorias le llevan entre dos y tres minutos como mucho. Y si se da prisa incluso menos. Por eso con él hice esta excepción. Eso sí, aunque fui el primero en la cola de la sesión, en ese primer momento solo le entregué uno de los dos cómics. Seguidamente me fui al final de la cola para que me dedicara el segundo. Creo que es lo correcto. Un signo de respeto hacia el resto de la gente que está esperando. Luego las sesiones se alargan y alargan porque cada uno le lleva dos o tres libros para firmar y para cuando te llega el turno el autor está cansado y ya no te hace el sketch de la misma calidad que los anteriores. Algo lógico e injusto a la vez. Unos se llevan dos o tres sketches de alto nivel y los últimos se quedan con uno rápido o incluso solo con la firma. Eso no está bien y considero que todos deberíamos hacer lo mismo. No pretendo dar lecciones de nada pero creo que es como se debería actuar. La cuestión es que, como fui el único que hizo eso, terminé siendo el último de la sesión de firmas. Osea que la abrí y la cerré. Esta vez sí que me decidí a pedirle un personaje. En concreto, Wonder Woman. Sin embargo, David me dijo que le iba a llevar algo de tiempo y que, si no me importaba, lo cambiara por otro. Me puse a pensar rápido y dado que tengo un par de Batmans le pedí un Superman. Ese sí le gustó. Sí me avanzó que me iba a realizar la versión de Frank Miller, autor que David adora y yo también. Allí estaba yo alucinando con el genial Hombre de Acero que me estaba dibujando cuando, en un giro sorprendente de los acontecimientos, David coge un rotulador rojo y dice: "No me gusta, te lo cambio por un Joker gordo". Le pinta la boca de rojo y el pelo de verde y da por terminado el dibujo y la sesión de firmas con un garabato final magistral de esos muy suyos. La verdad es que no sé muy bien como definir el dibujo. ¿Un Superman jokerizado, un Joker mazado? En cualquier caso, me parece genial. Por cierto, tuve que irme a casa, viaje en metro con transbordo incluido, con el libro abierto dado que no se secaba la tinta. Lo tuve así dos días completos. Ja, ja.