Para poner las cosas aún más difíciles a este revivido Salón Hispanofrancés, se tuvo que celebrar algo más tarde de lo habitual coincidiendo además con uno de los eventos más importantes del sector, el de Avilés. Pese a todo, los fieles a Jaca regresamos, sin dudarlo, a Sabiñánigo. Yo lo que busco fundamentalmente es un certamen tranquilo. Sin codazos, guerras ni decepciones. Algo que vi en exceso en su día en el Salón de Avilés donde incluso se formaban listas de aficionados para que los dibujantes, durante el evento, realizaran sus sketches en ese orden. Y, por si no fuera poco, en estas se llegaba a meter a gente que ni tan siquiera estaba allí. Vamos...quienes manejaban el cotarro metían a sus amiguetes. Para mi eso fue la puntilla definitiva que me alejó totalmente de aquel Salón. No sé si se habrá conseguido eliminar ese cáncer. Lo cierto, es que ya relaciono Avilés con frustración y procuro evitarlo. Prefiero citas más relajadas como la de este Salón Hipanofrancés. A pesar de que tengo que renunciar a los grandes invitados internacionales, especialmente los americanos. Bueno...vayamos al cotarro. Andando entre los stands me di cuenta que en la mesa de las sesiones de firmas oficiales ya estaba sentado Manuel Granell. Todavía quedaba media hora para las seis de la tarde así que me acerqué a preguntarle si ya estaba listo para empezar. Él me contestó que sí. Yo le llevaba de casa el cómic ¡Cava y Calla! que cuenta la historia de Marcelo Usabiaga durante la guerra civil y el franquismo. El autor me lo dedicó, muy cordialmente, con este sketch del protagonista.
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