El Jueves pasado se celebró un nuevo encuentro enmarcado en los Aurrez Aurre que celebra mensualmente el Azkuna Zentroa de Bilbao. En esta ocasión las protagonistas eran Susanna Martín, Cristina Daura, y Elizabeth Casillas. Francamente, yo quería acudir al mismo por la primera de las invitadas. A las otras dos autoras no las tenía situadas. En ese momento no sabía que me iba a llevar uno de esos chascos monumentales que quedarán en lo más alto de los ridículos de los cazadores de originales. En un principio se me torció la tarde por el trabajo y el destino me llevó hasta Vitoria; pero, casualidades del destino, nada más llegar allí todo quedó retrasado para el día siguiente con lo que pude regresar a Bilbao y acudir al coloquio. Para cuando llegué ya había comenzado. De hecho, llevaba una hora larga de charla. Con todo, pude disfrutar de la mitad de la misma. Tras esta, se celebró la habitual sesión de firmas. Me dirigí al stand que se había montado en la parte de atrás y compré un Sonrisas de Bombay. Ese era mi principal objetivo. Elizabeth Casillas estaba invitada por sus clubs de lectura de cómics y de Cristina Daura, en un principio, no cogí nada porque entendí por una frase que escuché en la charla que no iba a dedicar ningún trabajo. Suponía que tendría que marcharse rápido. Sin embargo, el vendedor de la parte del fondo me dijo que sí que iba a firmar sus libros. Que siempre lo hacía. Por si acaso me quedé con mi álbum de Susanna y me acerqué a ella. En ese instante no tenía a nadie. Le pedí que me firmará y se lo entregué. Me lo dedicó con este dibujo de un paisaje de Bombay de casas con ropa tendida. Me dijo que lo sentía pero que me había hecho un sketch un poco rápido. No pasaba nada. A veces hay el tiempo que hay. Una vez terminado, y aquí viene el chasco, me percaté de que Cristina estaba todavía en la sala hablando. Se la veía relajada, sin mucha prisa. Así que fui de nuevo al stand y compré su libro, solo había uno a la venta. Me acerqué a ella y le pedí que me lo dedicara. Es entonces cuando ella me dijo que no era Cristina Durán. Yo francamente no entendía nada. Creía que me estaba tomando el pelo y le insistí, como no vas a ser Cristina Durán. Y ella me repitió que no lo era. Y me explicó que por lo visto alguien se había equivocado y había traído libros de Cristina Durán en vez de los suyos, los de Cristina Daura. Durante la segunda parte de la charla había escuchado el nombre de Cristina en varias ocasiones. En ningún momento mencionaron el apellido. Ahí es cuando uno quiere que se le trague la tierra. Es cuando te das cuenta del terrible ridículo que acabas de hacer. Dios mío, me pregunto cómo pueden pasar estas cosas. Y lo peor de todo es que el cómic de Cristina Daura me costó 23 euracos que me venían estupendamente para otros menesteres. Vaya chasco. Bueno...algún día se pasará por el Aurrez Aurre esa autora y podré llevarle mi libro. Lamentable. Tanto para mí como para Cristina Daura. Lo que no entiendo es como el tipo que vendía los álbumes no se percató del error en las dos horas que duró la charla. Ni tan siquiera tuvo el detalle de decirme que me devolvía la pasta. Francamente, no se lo reclamé porque pagué con tarjeta si lo hubiera hecho con dinero lo habría devuelto seguro. Lo dicho, cosas que pasan...
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lunes, 3 de abril de 2017
Sketch de Sonrisas de Bombay, por Susanna Martín
El Jueves pasado se celebró un nuevo encuentro enmarcado en los Aurrez Aurre que celebra mensualmente el Azkuna Zentroa de Bilbao. En esta ocasión las protagonistas eran Susanna Martín, Cristina Daura, y Elizabeth Casillas. Francamente, yo quería acudir al mismo por la primera de las invitadas. A las otras dos autoras no las tenía situadas. En ese momento no sabía que me iba a llevar uno de esos chascos monumentales que quedarán en lo más alto de los ridículos de los cazadores de originales. En un principio se me torció la tarde por el trabajo y el destino me llevó hasta Vitoria; pero, casualidades del destino, nada más llegar allí todo quedó retrasado para el día siguiente con lo que pude regresar a Bilbao y acudir al coloquio. Para cuando llegué ya había comenzado. De hecho, llevaba una hora larga de charla. Con todo, pude disfrutar de la mitad de la misma. Tras esta, se celebró la habitual sesión de firmas. Me dirigí al stand que se había montado en la parte de atrás y compré un Sonrisas de Bombay. Ese era mi principal objetivo. Elizabeth Casillas estaba invitada por sus clubs de lectura de cómics y de Cristina Daura, en un principio, no cogí nada porque entendí por una frase que escuché en la charla que no iba a dedicar ningún trabajo. Suponía que tendría que marcharse rápido. Sin embargo, el vendedor de la parte del fondo me dijo que sí que iba a firmar sus libros. Que siempre lo hacía. Por si acaso me quedé con mi álbum de Susanna y me acerqué a ella. En ese instante no tenía a nadie. Le pedí que me firmará y se lo entregué. Me lo dedicó con este dibujo de un paisaje de Bombay de casas con ropa tendida. Me dijo que lo sentía pero que me había hecho un sketch un poco rápido. No pasaba nada. A veces hay el tiempo que hay. Una vez terminado, y aquí viene el chasco, me percaté de que Cristina estaba todavía en la sala hablando. Se la veía relajada, sin mucha prisa. Así que fui de nuevo al stand y compré su libro, solo había uno a la venta. Me acerqué a ella y le pedí que me lo dedicara. Es entonces cuando ella me dijo que no era Cristina Durán. Yo francamente no entendía nada. Creía que me estaba tomando el pelo y le insistí, como no vas a ser Cristina Durán. Y ella me repitió que no lo era. Y me explicó que por lo visto alguien se había equivocado y había traído libros de Cristina Durán en vez de los suyos, los de Cristina Daura. Durante la segunda parte de la charla había escuchado el nombre de Cristina en varias ocasiones. En ningún momento mencionaron el apellido. Ahí es cuando uno quiere que se le trague la tierra. Es cuando te das cuenta del terrible ridículo que acabas de hacer. Dios mío, me pregunto cómo pueden pasar estas cosas. Y lo peor de todo es que el cómic de Cristina Daura me costó 23 euracos que me venían estupendamente para otros menesteres. Vaya chasco. Bueno...algún día se pasará por el Aurrez Aurre esa autora y podré llevarle mi libro. Lamentable. Tanto para mí como para Cristina Daura. Lo que no entiendo es como el tipo que vendía los álbumes no se percató del error en las dos horas que duró la charla. Ni tan siquiera tuvo el detalle de decirme que me devolvía la pasta. Francamente, no se lo reclamé porque pagué con tarjeta si lo hubiera hecho con dinero lo habría devuelto seguro. Lo dicho, cosas que pasan...
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