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jueves, 2 de febrero de 2023
Sketch de Erica Slaughter, por Álvaro Martínez
Esta fue una sesión de firmas un tanto surrealista. Álvaro Martínez acudía a su localidad natal, Torrelavega, para celebrar allí un encuentro con los aficionados. Como ya sabréis, el autor en la actualidad vive en San Sebastián. Era el Día de los Inocentes en plenas Navidades. Por tanto, es fácil suponer que el artista habría acudido a Cantabria para estar con los suyos durante esas fechas y aprovechó para celebrar un evento en su ciudad. La cita estaba fijada a las siete de la tarde. Yo acudí al comercio sobre las cinco por si se repartían números y para comprar un cómic. Los de Álvaro ya los llevaba de casa; pero como deferencia con la Librería compré otro que me interesaba y que nada tenía que ver con la sesión de ese día. La cuestión es que a la hora de pagar el libro aproveché para preguntarle al librero si se estaban repartiendo números. A él poco más le da un ataque de risa. Me contestó que no, todo convencido. Como si mi pregunta fuera una locura o una marcianada. ¿Qué se piensa este que va a ser esto? pensaría. Salí del comercio confiando en lo que me había dicho. Me fui a hacer tiempo tomando algo en una cafetería. Sobre las seis y cuarto regresé a la tienda. Allí ya había cuatro o cinco personas esperando. Y alguno más comprando cómics de Álvaro así que me situé en la cola. Tal y como yo había imaginado en cuestión de minutos la fila se hizo más y más grande. Puntual, apareció Álvaro. Tras cortar algo de comida y descorchar alguna botella en el patio de la librería comenzó directamente la sesión de firmas. Al librero se le veía agobiado. Le escuché como contaba a algún cliente que se le había acercado un chico pidiendo número y que le había contestado que no repartían y que poco después apareció otro con la misma inquietud. En ese momento, comentaba, se le encendieron todas las alarmas. Cuando Álvaro estaba centrado en su tercer sketch, se acercó el hombre a él y le metió prisa. Nos van a dar las dos de la madrugada, la cola ya sale de la tienda y llega a la carnicería. Ni que decir tiene que estaba flipando. Para rematar la cosa le propuso al autor que en vez de hacer un dibujito a la gente que se hiciera una foto con ellos y puerta. Alucinante. Este hombre parecía no tener ni idea de quién era el autor que visitaba su tienda y se veía sobrepasado. O, si lo conocía, no había medido bien la trascendencia del evento. Llegado mi turno, el artista me preguntó qué personaje quería y se disculpó porque no iba a poder dedicarme mucho tiempo. Yo le dije que estuviera tranquilo, era perfectamente comprensible. Francamente, yo pensaba que me iba a caer un Batman directo. Le propuse una Erica Slaughter. Le encantó la idea. En apenas dos minutos completó este magnífico sketch. Ni que decir tiene que salí muy contento de la Librería. Cruzándome en la calle con la gente que aguardaba todavía en la cola. Había para rato. El dueño de la tienda no iba a poder cerrar a la hora.
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