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miércoles, 26 de junio de 2019
Sketch de El Mal Camino, por Simon Hanselmann
El Pasado Viernes se celebró en la Librería Joker de Bilbao la presentación de El Mal Camino de Simon Hanselmann. Dado que se trataba de un evento con un artista internacional se recurrió al reparto de números para ordenar la sesión de firmas. Decisión muy acertada. Dado que yo trabajaba llegué algo justo al acto. Para entonces me correspondió el diecinueve. Aunque era algo alto no pensé que tuviera problemas. La charla estuvo comandada por Elisabeth Casillas aunque, en muchos momentos, el editor de Simon le robó la dirección del evento. Quizás demasiado, en mi opinión. El autor desplegó en esos apenas quince minutos todo su humor ácido. Algo que no rebajó tampoco durante la sesión de firmas. Cuando llegó esta me aparté para charlar con los colegas. Como dan número no es necesario hacer una cola al uso. Lo cual se agradece. Sin embargo, según iban pasando los minutos me percaté que se había formado una fila muy amplia. No solo eso, la chica que estaba delante mío, con el número dieciocho, le pasó su libro a Simon en el turno nueve más o menos. Ahí me quedé perplejo. Me acerqué a situarme en mi lugar y en ese momento me comentaron los que tenía delante que la sesión de firmas había acabado rigiéndose por la Ley de la Selva. Vamos. Que se estaba colando todo pichichi. Delante de mis ojos vi una chica que se sentó sobre la mesa del artista con intenciones claras de entregarle el libro a la primera oportunidad. Me constaba que iba detrás mío por lo que me indigné muchísimo con la situación. Al menos tuvo la mínima decencia de pedir permiso para colarse siempre que se lo permitiéramos. Aunque sin dar mayores explicaciones. Lo malo es que se lo preguntó al propio autor. Por supuesto, esa solicitud hecha de esa forma nos dejaba a todos los que estábamos delante de ella en una situación delicada frente al artista y nadie se atrevió a decir que no. Tremendo. De vergüenza ajena. Es triste que se repartan números para que luego la gente haga lo de siempre. Todo tipo de triquiñuelas para colarse. De verdad, ¡qué ascazo! Pasado el disgusto llegó mi turno. Entregué a Simon mi copia de El Mal Camino y comenzó a dedicármelo. Cada trazo iba seguido de algún comentario irónico o algún chiste de carácter sexual. La verdad es que se tiró toda la sesión así provocando las risas de los presentes en muchas ocasiones. Al final, a pesar de las malas artes de algunos aficionados salí contento con mi ejemplar firmado. Además me llevé algún extra en la dedicatoria. En concreto, un Garfield y un aparato reproductor masculino. Muy propio.
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