Y por allí andaba David Rubín. Por supuesto, no se me escapó la oportunidad de acercarme a él para pedirle un dibujo. Este es el surrealista resultado de su lápiz. La verdad es que me gustó mucho. En el salón anterior descubrí un spray para fijar el lápiz. Cogí todos los originales obtenidos en Getxo ese año y comencé a disparar sobre ellos. El primero el de David. Pero, por lo visto, lo hice mal. No sé si andaba ya gastado o qué...la cuestión es que disparé gotas sobre la oja que han quedado ahí marcadas para siempre. En definitiva, yo mismo dañé el original intentando preservarlo lo mejor posible. Vaya cagada. Por supuesto, no he vuelto a usar ningún spray sobre los nuevos dibujos.