Y un año más llegó este Fin de Semana el Salón Internacional del Cómic de Getxo. En una edición, todo hay que decirlo, en claro declive. Si el año pasado dejó más bien fríos a los aficionados, el de estos días ha confirmado estar bastante herido. Tan solo un autor de peso internacional, de esos que animan a acudir al público de fuera, y algún otro de los destacados que se ha caído, es el caso de Ana Miralles. Una lástima. En cualquier caso, para los del País Vasco y alrededores es de lo poco que tenemos para echarnos a la boca así que lo vivimos con gran intensidad. Como ya comenté en otro post, lamentablemente el nuevo de San Sebastián pese a su cercanía te sangra el bolsillo cosa mala entre parkings prohibitivos, peajes inmensos y demás gastos que todos podemos imaginar. No es precisamente una ciudad barata. Es triste decirlo pero queda para donostiarras, aficionados de bolsillo acomodado y los franceses. Pero no nos desviemos. Comenzaremos por el principio. El Viernes por la mañana mi intención inicial era no acudir al Salón. Ya se sabe que es el momento de los colegios y demás y encima nunca suele haber nada programado para esas primeras horas. Sin embargo, este año sí que aparecía una sesión de firmas de Claudio Castellini. Tenía pocas expectativas dado que el autor no suele hacer dibujo sin pasar antes por caja; pero, sin duda, teniendo en cuenta que a esas horas acude poca gente al Salón iba a ser el mejor momento para comprobarlo. Una segunda razón para acercarme a Getxo era el dato de que en el stand de Amaníaco tenían un par de títulos de Jordi Bernet firmados por el autor con sketch. Eso me animó en un principio a acudir. Sin embargo, tuve que desistir por, como diría aquel, compromisos familiares. Acerté de pleno. Dado que Claudio no se presentó a esa anunciada cita. Mi único miedo era perderme el sketch de Bernet. Algo que afortunadamente no ocurrió. Por la tarde, nada más entrar lo primero que hice, tras coger mi número para la sesión de firmas que me interesaba, fue acercarme al puesto de la editorial en busca de uno de los ejemplares firmados. Además se podían ojear con lo que podías elegir el que más te gustase. Esta cabeza de Torpedo en tamaño grande era la última que quedaba. El resto eran bastante más pequeñas. Un triunfo. Además hacía tiempo que quería tener algo de Bernet en mi colección. Inquietud satisfecha. Ah, por cierto, el libro de arte es una auténtica pasada.
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